Aquello que se va, permanece en el recuerdo

Estaba y está en boca de todos: El accidente de los Alpes. No vengo a dar morbo, no vengo a hablar más de lo que ya se hablado. Me reservo para mí si creo o no en la teoría del copiloto que dicen que voluntariamente estampó el avión, me reservo si de tantos trozos de avión y personas puedes encontrar datos de un teléfono móvil, o si las cosas fueron tal y como dijo el fiscal. Está claro que hay algunas cosas que carecen de sentido, pero no por ello me voy a poner a pensar que por ahí practicaban con super láseres.

Fuera lo que fuera, solo deseo y espero que aquellas personas no sufrieran demasiado. Y es que durante estos días desde el accidente, he estado pensando en todas aquellas personas, aunque poco a poco lo iba dejando aparcado, como ha hecho la mayoría de gente (lógico y normal), puesto que a mi no me incumbía.

Hasta hace 2 días.

Recibo un mail con un asunto que parecía cosa de broma o que existían otras definiciones de «DEP» a parte de la que todos sabemos. Un mail con un contenido que estúpidamente me hace responder «Dime que no es cierto». LO ES, LO ERA Y LO HA SIDO.

No es un familiar, quizás, tampoco un amigo, no lo sé. Una persona con la que he trabajado, con la que he hablado, reído, disfrutado, molestado (en broma, no de mala gana). Una persona con la que no he tenido mucho contacto excepto mails, las veces que he llamado por cuestiones de trabajo o las veces que hemos trabajado en el mismo lugar. Bueno, y las veces que he ido a visitarlo a su oficina junto a sus compañeros. Me apetecía verles, me apetecía saludarles, traerles algo, distraerlos de su día a día. Son amables, son buena gente, son muy humanos y siempre me han tratado bien. Y una de esas personas viajaba en el avión. Persona que me llamó mientras estuve sola trabajando en una ocasión, me burlaba de él diciendo que parecía mi padre. Me decían «es que es así». No me molestaba en absoluto, me hacía sentir mejor. Persona que yo llamaba Alfred, y que le regalé una taza. Una taza que hace un mes me dijo que siempre tenía a su lado, junto con las postales que les regalé. Y guardaba mis dibujos.

Cuando pienso en ello, viene a la mente su voz, sus gestos, su actitud. Y eso que yo no lo conocía como sus compañeros que llevaban 15 años trabajando juntos. Yo soy y era una persona que eventualmente trabaja con ellos. Y sabes que algo de empatía y de conexión tienes con ellos, o no te dedicarías a escribirles mails para ver como les van (pero haciéndolo poco por no querer molestar), no les enviarías postal de navidad, no les regalarías cosas. No lo haces por conservar el trabajo, lo haces porque son ellos. Pero hasta que uno de ellos no se ha ido, no te percatas que aunque quizás no entran en la definición de amigo, lloras su pérdida como si fuera tu familia. Lo apreciabas, le tenías cierta estima. Y ni mucho menos querrías un final así para él.

Cuando pienso en ello, no puedo evitar imaginarme como debería reaccionar ante esa situación. Es doloroso, no debe ser sano y no lo hago ya demasiado. Pero tienes la necesidad o la curiosidad de imaginar alguna posibilidad donde no haya sufrido. Digan lo que digan, sabemos que esas personas se dieron cuenta de que algo pasaba. No sé si sabían que iban a morir, solo espero que no sufrieran mucho. Que sus últimos momentos fueran cortos y fuera el momento ese donde se dice que piensas en lo que has hecho con tu vida y te despides.

Cuando pienso en ello, me acuerdo del último día que les regalé chocolatinas caseras. Sé que les gustó, que les hizo ilusión. Me acuerdo de las bromas y de las risas. Y agradezco a mi yo del pasado que se le ocurriera tal disparatada idea, puesto que es el recuerdo más reciente que tengo con él y es muy bonito.

Si yo lo paso mal, sé que ellos lo deben de estar pasando peor. Me gustaría verlos pronto hacer bromas y reír, verlos como aquel día que quizás fue hace un mes. Debe ser doloroso ver aquella mesa, ver aquel rincón. Quizás cuando yo lo vea otra vez, me pondré triste pero sé que sacaré una sonrisa de todo ello. Sé que volveremos a trabajar juntos y crearemos nuevos recuerdos, sin olvidar nunca que él formó parte de los nuestros.

Me gustaría odiar a alguien o a algo. Me gustaría poder dar la culpa, hasta poder pegar a lo que fuera, pero no sirve de nada. Preferiría que fuera cáncer (pero sin sufrir), preferiría que hubiera sido una mala caída, no lo sé. El hecho de pensar que ese avión explotó en los Alpes al colisionar, y que estuvieron unos minutos descendiendo con todo el percal, no es una muerte muy bonita… ni muy digna.

Cada día mueren personas con situaciones quizás similares, pero si tengo que llorar por cada una de esas muertes tendría depresión crónica como mínimo. Me apena este mundo, el ser humano es muy complejo y muy inteligente y no sabemos hacer otra cosa que ir camino de la autodestrucción.

Un placer haber compartido momentos contigo, nos vemos en el Más Allá (dentro de mucho, espero) 🙂

Claudia-

Nota de la autora: Normalmente uso este blog con mi personaje Claudia, para plasmar todo aquello que creo que al personaje se le pasa por la cabeza. Por desgracia, esta vez, todo lo descrito es real. 

2 comentarios

  1. Reskar / Alberto (@reskar) · abril 1, 2015

    Unas palabras que muchos deberían comprender mucho mejor de lo que lo hacen. Animo y sigamos adelante en nuestros caminos sin dejar atrás los recuerdos de aquellas personas que de una forma u otra apreciamos.

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