Prototipo de chica diez

Parece ser, que últimamente tengo que dejar para otro día las entradas que tenía planeado publicar.  Pero resulta que quizás el metro se está convirtiendo en un lugar inspirador, donde sin quererlo, acabas siendo un oyente pasivo de las conversas ajenas.

Reconozco que puedo llegar a ser un poco cotilla, pero no suelo querer saber de lo que hablan los demás cuando a mí ni siquiera me incumbe. Pero eso eso que estás por ahí quieto (quizás de pie o quizás sentado), a tu rollo, cuando de repente unas voces resaltan por encima de todo el murmullo. Empiezas entendiendo alguna palabra y cuando tu cerebro va uniendo pistas, se forman frases y sin buscarlo, te has metido de lleno a escuchar lo que están diciendo. Evidentemente, esto no se consigue si estás escuchando música con el volumen bien alto para aislarte de los demás. Pero resulta que me estaba quedando sin batería y prefería estar simplemente soñando despierta hasta que llegara mi parada en la que bajar.

Habían dos chicas, una con el pelo largo y otra con el pelo corto y las dos iban vestidas con ropa deportiva. Parecía al principio una discusión ya que una estaba casi llorando y la otra era la que alzaba un poco la voz. Y lo primero que escucho es «¿Sabes qué pasa? Que tú lo que eres es un prototipo de chica 10. No puedes llegar a comprender a la mayoría de compañeros de clase porque lo que ellos tardan muchas horas en aprender, tú en un hora te lo has pulido». Allí ya he visto que el tema no era una discusión de pareja (por lo íntimas que parecían, podía serlo). Y la misma chica sigue: «Tú estás acostumbrada a que con poco esfuerzo todo te lo sacas. Y eso no te deja ver que no todos somos así, a algunos nos cuesta mucho más». Y aquí yo he empezado a sentir como si yo fuera la otra chica que estaba callada y aún sin tenerlas de cara, solo escuchándolas, he empezado a adentrarme más en su conversación.

Y la chica con el pelo corto ha seguido hablando: «No estás acostumbrada al esfuerzo. Eres de esas personas que haciendo nada ya lo sacan todo y no quiero que sea así toda la vida porque muchas de estas personas luego no llegan a nada». Casi he sentido como si me estuviera echando la bronca a mí. Con 17 años creo que no he estudiado de verdad nunca. Sí me he leído los libros obligatorios (quizás unas horas antes o el día anterior), sí me he mirado los apuntes para los exámenes (la noche anterior, y leyendo), sí he hecho los deberes (en el mismo de clase y a veces en la clase mismo. O sino, he llegado a improvisar haciendo ver que lo tenía  hecho). Si voy a clase, solo con escuchar al profesor ya tengo suficiente, no necesito más. Y aunque hay veces que han intentado pillarme porque estaba escribiendo o haciendo fotos a detalles absurdos, en el 99% de las veces casi soy yo quien los deja en evidencia.

La otra muchacha no era capaz de decir demasiado, como mucho imagino que asentaba la cabeza o le escuchaba decir algún «sí». Y su compañera seguía con esa bronca moralizadora, y es ahí, cuando creo que he empezado a entender a qué venía todo aquello: «Te rallas porque te crees que no vas a entrar, te convences a ti misma de que no te va a servir y que no vas a entrar, y te sientes insegura porque es ahora cuando te tienes que esforzar». Y la del pelo largo decía: «Es que para luego no entrar, mejor no me como el coco…». La del pelo corto responde: «TE LO VAS A SACAR Y VAS A ENTRAR. Siempre lo haces, pero ahora que tienes que esforzarte un poco, te sientes incapaz de hacerlo porque nunca has necesitado hacer nada para conseguir aprobar».

Una jovencita adolescente asustada porque en la vida no todo parece tan fácil y resulta que a veces, para llegar a dar un salto superior, resulta que requiere de cierto esfuerzo que en tu vida has necesitado. LA COMPRENDO PERFECTAMENTE. Y también creo comprender porque está chica no quería hacer el examen para entrar en algún sitio desconocido (imagino que universidad o similar). Ser un prototipo de chica 10 (o chico) en los estudios, no es algo fácil de llevar porque tus familiares (normalmente padres) siempre esperan una expectativa muy alta de ti, y fallar es algo que no está casi permitido. Y reconozco también, que también afecta al orgullo. La muchacha de pelo corto tiene razón por una parte, pero estoy segura que la del pelo largo tiene tantos dilemas porque esperan mucho de ella y no quiere defraudar (y también ella misma no lo quiere). Y en estos momentos es cuando tienes que pensar en ti mismo y no en si vas a fallar o no a aquellos que tienen altas expectativas de ti. Y supongo que es en alguno de estos momentos cuando de repente maduramos un poco.

Espero que la chica se lo piense bien, yo gracias a ellas voy a reflexionar un poco sobre las cosas que me han ido bien de ser prototipo de chica 10 y las que no…

¿Y vosotros, qué tipo de estudiante sois o eráis o habéis sido?

Claudia.

Cuando perdí mi inocencia.

Hola, me llamo Claudia, y si leíste mi anterior post, esto ya lo sabías, y sabías que tengo 17 años y que le tengo miedo a muchas cosas. No espero que demasiada gente se pase por el blog (aunque me gustaría) y menos creo que alguien escriba y me diga la suya (aunque es de lo que más desearía). Pero lo voy a seguir haciendo, porque tengo muchas cosas por contar :).

Y tengo página de fans: https://www.facebook.com/ClaudiaExistencial y twitter: @claudiaexiste . Así que por quererse comunicar conmigo no será ;).

Pero vamos a la reflexión de hoy. Cuando miráis al pasado, ¿no se os ha ocurrido alguna vez pensar en qué momento perdisteis pista total de vuestra inocencia infantil? No hablo de aquella inocencia que algunos tipos de personas pueden tener (que quizás es que son demasiado ignorantes o tienen demasiada buena fe en la gente y en seguida caen en las bromas y trampas de los demás. O quien sabe, quizás estas personas no hayan perdido su inocencia infantil), hablo de aquella que tenemos cuando somos pequeños y que al crecer y madurar, vamos perdiendo.

Recuerdo cuando era más adolescente, quizás cuando tenía unos 12 o 13 años, que constantemente me preguntaba como averiguaría que mi inocencia estaría ya perdida en algún pasaje de relatos del pasado. Intentaba pensar en pistas que me ayudaran a averiguarlo, intentaba ver como era en aquel momento y como lo había sido de más pequeña, por si encontraba alguna pista en algún cambio. Lo que podía ver es que cuando creces, y ves las decisiones que tomabas en situaciones similares del pasado y del presente, te dan ganas de darle collejas a tu yo anterior. Piensas «Yo habría actuado mucho mejor» o «como se nota que era más pequeña pero me creía mayor y en realidad no tenía conocimiento de la vida». Pero tengo la sensación que esta no es la mejor pista sobre la pérdida de la inocencia puesto que cada vez que voy creciendo pienso lo mismo de mi yo del pasado.

Está claro que ya no creo en cosas en las que creía antes. ¿Es símbolo de esa perdida? Bien, yo con 12 o 13 años creo que era más aniñada e infantil que la mayoría de gente de mi edad. Quizás yo crecía al ritmo que debía crecer y el resto de niños los que crecían al ritmo frenético de esta sociedad, donde casi todos quieren ser ya adultos. Con esa edad seguía creyendo en seres fantasiosos o en cosas que siendo más pequeña también creía. Me seguía gustando jugar con mis juguetes y hacer volar la imaginación y no le hacía demasiado caso al amor. Solo de vez en cuando, pero al ver que no tenía oportunidad con nadie, volvía a mi mundo.

¿Era yo que no quería crecer o eran los demás que iban a toda velocidad? Pues ya no recuerdo demasiado bien como pasé de esa actitud a la que tengo ahora, donde parece ser que he visto como es el mundo en realidad y no me gusta nada. Y aunque hay cosas felices, veo también muchas atrocidades y como de estar bien puedes en nada estar muy mal. Tampoco juego a nada con juguetes y me parece a mi que sería incapaz ahora mismo de intentarlo ya que creo que ya no tengo imaginación para ello, y lo veo ridículo.  ¿Es esta una señal del fin de mi inocencia? No recuerdo cual fue el día que la cruda realidad se estampó en mi cara. Pero dolió y aquí estoy, que no me fío de nada y no tengo muy clara la existencia de los finales felices. Quizás sea esta la clara muestra del final de mi inocencia.

Gracias por leerme y espero ver algún día vuestras reflexiones :).

Claudia.