Aquello que se va, permanece en el recuerdo

Estaba y está en boca de todos: El accidente de los Alpes. No vengo a dar morbo, no vengo a hablar más de lo que ya se hablado. Me reservo para mí si creo o no en la teoría del copiloto que dicen que voluntariamente estampó el avión, me reservo si de tantos trozos de avión y personas puedes encontrar datos de un teléfono móvil, o si las cosas fueron tal y como dijo el fiscal. Está claro que hay algunas cosas que carecen de sentido, pero no por ello me voy a poner a pensar que por ahí practicaban con super láseres.

Fuera lo que fuera, solo deseo y espero que aquellas personas no sufrieran demasiado. Y es que durante estos días desde el accidente, he estado pensando en todas aquellas personas, aunque poco a poco lo iba dejando aparcado, como ha hecho la mayoría de gente (lógico y normal), puesto que a mi no me incumbía.

Hasta hace 2 días.

Recibo un mail con un asunto que parecía cosa de broma o que existían otras definiciones de «DEP» a parte de la que todos sabemos. Un mail con un contenido que estúpidamente me hace responder «Dime que no es cierto». LO ES, LO ERA Y LO HA SIDO.

No es un familiar, quizás, tampoco un amigo, no lo sé. Una persona con la que he trabajado, con la que he hablado, reído, disfrutado, molestado (en broma, no de mala gana). Una persona con la que no he tenido mucho contacto excepto mails, las veces que he llamado por cuestiones de trabajo o las veces que hemos trabajado en el mismo lugar. Bueno, y las veces que he ido a visitarlo a su oficina junto a sus compañeros. Me apetecía verles, me apetecía saludarles, traerles algo, distraerlos de su día a día. Son amables, son buena gente, son muy humanos y siempre me han tratado bien. Y una de esas personas viajaba en el avión. Persona que me llamó mientras estuve sola trabajando en una ocasión, me burlaba de él diciendo que parecía mi padre. Me decían «es que es así». No me molestaba en absoluto, me hacía sentir mejor. Persona que yo llamaba Alfred, y que le regalé una taza. Una taza que hace un mes me dijo que siempre tenía a su lado, junto con las postales que les regalé. Y guardaba mis dibujos.

Cuando pienso en ello, viene a la mente su voz, sus gestos, su actitud. Y eso que yo no lo conocía como sus compañeros que llevaban 15 años trabajando juntos. Yo soy y era una persona que eventualmente trabaja con ellos. Y sabes que algo de empatía y de conexión tienes con ellos, o no te dedicarías a escribirles mails para ver como les van (pero haciéndolo poco por no querer molestar), no les enviarías postal de navidad, no les regalarías cosas. No lo haces por conservar el trabajo, lo haces porque son ellos. Pero hasta que uno de ellos no se ha ido, no te percatas que aunque quizás no entran en la definición de amigo, lloras su pérdida como si fuera tu familia. Lo apreciabas, le tenías cierta estima. Y ni mucho menos querrías un final así para él.

Cuando pienso en ello, no puedo evitar imaginarme como debería reaccionar ante esa situación. Es doloroso, no debe ser sano y no lo hago ya demasiado. Pero tienes la necesidad o la curiosidad de imaginar alguna posibilidad donde no haya sufrido. Digan lo que digan, sabemos que esas personas se dieron cuenta de que algo pasaba. No sé si sabían que iban a morir, solo espero que no sufrieran mucho. Que sus últimos momentos fueran cortos y fuera el momento ese donde se dice que piensas en lo que has hecho con tu vida y te despides.

Cuando pienso en ello, me acuerdo del último día que les regalé chocolatinas caseras. Sé que les gustó, que les hizo ilusión. Me acuerdo de las bromas y de las risas. Y agradezco a mi yo del pasado que se le ocurriera tal disparatada idea, puesto que es el recuerdo más reciente que tengo con él y es muy bonito.

Si yo lo paso mal, sé que ellos lo deben de estar pasando peor. Me gustaría verlos pronto hacer bromas y reír, verlos como aquel día que quizás fue hace un mes. Debe ser doloroso ver aquella mesa, ver aquel rincón. Quizás cuando yo lo vea otra vez, me pondré triste pero sé que sacaré una sonrisa de todo ello. Sé que volveremos a trabajar juntos y crearemos nuevos recuerdos, sin olvidar nunca que él formó parte de los nuestros.

Me gustaría odiar a alguien o a algo. Me gustaría poder dar la culpa, hasta poder pegar a lo que fuera, pero no sirve de nada. Preferiría que fuera cáncer (pero sin sufrir), preferiría que hubiera sido una mala caída, no lo sé. El hecho de pensar que ese avión explotó en los Alpes al colisionar, y que estuvieron unos minutos descendiendo con todo el percal, no es una muerte muy bonita… ni muy digna.

Cada día mueren personas con situaciones quizás similares, pero si tengo que llorar por cada una de esas muertes tendría depresión crónica como mínimo. Me apena este mundo, el ser humano es muy complejo y muy inteligente y no sabemos hacer otra cosa que ir camino de la autodestrucción.

Un placer haber compartido momentos contigo, nos vemos en el Más Allá (dentro de mucho, espero) 🙂

Claudia-

Nota de la autora: Normalmente uso este blog con mi personaje Claudia, para plasmar todo aquello que creo que al personaje se le pasa por la cabeza. Por desgracia, esta vez, todo lo descrito es real. 

Tipos de violencia…

Es posible que este tema genere algo de controversia,  pero debo confesar que no me gusta nada como se utiliza el término de violencia de género. Entiendo que tenga que hacer unas leyes que ayuden a aquellas mujeres que sufren violencia y maltrato tanto físico como psicológico.  Pero no me gusta por ejemplo que solo sea de hombre a mujer y no sirva de mujer a mujer o de mujer a hombre o de hombre a hombre. No entran dentro de esta categoría,  se tipifica diferente.  Why? Por lo menos de mujer a hombre debería estar aceptado.  Pero no,  es otro tipo de violencia.  Sé que han habido casos muy graves y muy mediáticos que han ayudado a decidir esto y sé. Que la mujer todavía sigue luchando por sus derechos.

Pero como dice un profesor mío : las mujeres no tenéis que luchar para tener la derechos de los hombres. Tenéis que luchar para tener los derechos de un ser humano.  Y pienso que tiene razón. Nos obsesionamos en ser igual que los hombres y a veces perdemos el horizonte con tanto asunto de género.  Luchemos por la igualdad en los seres humanos hayan nacido como mujeres u hombres.

Y aunque me parece bien que haya casos donde se haga esta diferenciación de género,  yo preferiría englobarlo todo en violencia doméstica.  Otra cosa que no me parece bien es aquella costumbre que tienen algunos jueces (es cierto,  tengo amigos que lo han estudiado) en ser más benévolos con mujeres que con hombres….  Que aveces se ve influenciado por esta cultura que tenemos sobre cómo es una mujer (au que sí,  estadísticamente las mujeres cometen menos delitos pero hay muchos factores sobre los motivos).  De hecho lo que quisiera es que esta imagen cultural que tenemos de hombres y mujeres cambiara pero esto lo hablamos en otro post XD.

Lo siento pero tenía que decirlo.  ¿qué opináis vosotros?

Claudia

Tener mucho y tener poco

Últimamente  me estoy dando cuenta que quizás es parte de la naturaleza humana el hecho de despilfarrar cuando tenemos grandes cantidades de algo y de intentar ahorrar cuando no tenemos nada…  Cuando tengo mucha cantidad de una comida que me gusta,  me apetece comer más que cuando casi no tengo. Pero es que además me cuesta mucho calcular como racionar la para que no se agote.  Si hay poca cantidad puedo ver mejor y medir lo que me va a quedar pero si tengo mucha,  no puedo evitar abusar un poco, porque total,  hay de sobras.

Y con esta tontería,  veo que es aplicable a nuestra  vida diaria. La frase de «no valoramos lo que tenemos hasta que no lo perdemos»,  no podría ser más acertada y tiene ciertamente relación con mi peculiar caso con mi comida favorita.  Gastamos agua sin pensar demasiado en su consumo,  cuando en otros países lo racional como pueden porque casi ni disponen de ella.  Con un trabajo estable quizás Gastamos más dinero que lo que haríamos si ni fuera estable.  Cuando estamos en puestos altos aprovechamos algunos de los lujos (y no hablo de tarjetas black)  que se tienen y a veces sin ser por egoísmo…  Es porque parece ser que el ser humano es incapaz de ver las consecuencias de sus actos más allá de las pequeñas escalas.

Y vosotros, ¿Qué pensáis?

Claudia

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Frenético.

Recuerdo una vez cuando era pequeña, en una excursión, la mitad de mis compañeros había ido a hacer una visita guiada y el resto estábamos esperando en el museo.  Como no, en nada ya nos habíamos aburrido y no parábamos de decirle al profesor que queríamos ir nosotros también a hacer la visita guiada. Hasta algunos alumnos dijeron que estaban más rato del que debían y que luego nosotros estaríamos menos rato. Y ahí es cuando aprendimos un ejemplo vivo en términos generalizados sobre el concepto de la relatividad en la vida diaria. El profesor nos dijo: «Como tú te aburres, el tiempo te pasa más lento, y en cambio, tus compañeros que están en la visita se lo deben estar pasando bien y el tiempo les debe transcurrir muy rápido». Ninguno de nosotros se creyó que el tiempo pudiera parecernos más largo o más corto dependiendo de las circunstancias y del punto de vista de cada persona. Pero es cierto.

Y también es cierto que estamos demasiado acostumbrados a que las cosas sean aquí y ahora, y no tenemos paciencia y no sabemos frenar en muchas ocasiones. En todo ese rato que tuvimos para observar el museo, no hicimos nada a parte de quejarnos y de desear que pasara el tiempo más rápido porque lo divertido estaba donde los otros compañeros.  No nos dimos cuenta de los detalles de nuestro alrededor ni nos fijamos en el bonito sol que hacía porque en ese momento no nos importaba. Es una actitud de niño muy habitual, y de hecho es normal. Pero también es un factor social. Nuestra vida pasa muy rápido y hacemos siempre muchas cosas. Hasta nuestros padres sienten que si no tenemos mañanas y tardes ocupadas, no estamos haciendo nada. Bueno sí, hacer el vago.

Esta sociedad no nos permite detenernos en ningún momento. Ni siquiera podemos detenernos ante la pérdida de un ser querido. Allí es uno de esos momentos donde te das cuenta que la vida que vivimos es muy frenética y que si hace falta, la corriente te arrastrará hasta que vuelvas a seguir su cauce. Tampoco digo que te hundas en una depresión y no salgas de ella, pero nuestro momento de soledad, de reflexión y de asumir lo que ha sucedido es también importante. Y en muchas ocasiones casi nos tenemos que saltar este momento para volver al día a día. Y así es como se nos queda una espina por dentro que no acaba de salir del todo nunca.

Es como en el metro cuando es hora punta: O te lanzas con la masa a intentar entrar dentro del vagón o te esperas al siguiente metro que quizás te hace llegar tarde a tu destinación. Pero eh, no digo que la velocidad y el ritmo sean siempre algo negativo, de vez en cuando, hacer algo en el momento justo y apropiado te da una bonificación extra que no tendrías si no lo hubieras hecho cuando tocaba.

Como siempre, se trata de equilibrar un poco las cosas. Ni hace falta que la vida frenética no te deje respirar ni poder estar por tus seres queridos, ni hace falta que te duermas en los laureles siempre. Aunque todos tenemos etapas donde necesitamos dormir en los laureles para luego surgir con más fuerza. Y otras veces no nos queda más remedio que sufrir esta velocidad diaria y apechugar.  Como en las épocas de exámenes, ahí no soy persona y voy a toda velocidad, pero, cuando acaban, surge una pequeña paz y calma interior.

El problema de esta vida frenética es que muchas veces no nos aturamos a observar las pequeñas cosas y los pequeños detalles que son los que dan forma a nuestras vidas y lo que hace que valga la pena seguir adelante. Y cuando tenemos tiempo de sobra, no sabemos entonces que hacer porque estamos acostumbrados a tirar millas sin pensar demasiado debido a la cotidianidad.

Así que os recomiendo que de vez en cuando miréis las estrellas, miréis el sol, la luna, vuestro alrededor y os deis un rato que sea para vosotros y un rato que sea para vosotros y vuestros seres queridos.

Claudia.

A quién das tu apoyo entre el bien o el mal

Últimamente, cuando veo películas, me cuesta mucho posicionarme entre el bien o el mal. No es que me de por empatizar más con unos que con otros, es que directamente, cuando te pones a pensar en la historia que debe de haber detrás de todos los que «hacen el mal», te da por ver que no son tan diferentes a los que hacen el «bien». Defienden una causa que creen que es la buena, por lo que no deja de basarse todo en algo muy subjetivo.  Otras veces, mucha de la gente que sale vencida por los buenos, no son más que peones que no tienen la culpa de las cosas horribles que hacen los que están en lo alto de todo.  Y lo pagan ellos. Probablemente gente como tú y como yo…

Entonces, cuando los buenos atacan a aquellos que son los soldaditos de los malos, a veces hasta me molesta. Por suerte, en muchas películas no los matan sino que salen heridos sin sangre (viva la ficción). Y en ocasiones, hasta cuando atacan al malo malote, te da por pensar el motivo por el cual este personaje es así.  Y para hacerlo todo más complejo, actualmente está de moda hacer que todo sea más oscuro, que no se diferencie bien de lo que es el bien de lo que es el mal y añaden un extra de complejidad en la psicología de los personajes que forman parte de las películas. Los malos ya no son malos porque sí y los buenos a veces pueden hacer cosas malas aunque tengan la mejor intención hacia el bien.

Para mí es más interesante el cine de este modo porque añade un punto de realidad a los tópicos sobre el bien y el mal, pero no paran de sacar esta fórmula y al final me acabará por aburrir.  La cuestión es que no logro ya posicionarme con el héroe o con el villano y me dedico a analizar demasiado que es lo que hay detrás de todas esas personas que trabajan para los villanos, y si quizás la causa que defiende el grupito del bien, no está tan legimitada como para irse cargando atrezzo y personajes.

¿Y vosotros qué pensáis?

Claudia.

Prototipo de chica diez

Parece ser, que últimamente tengo que dejar para otro día las entradas que tenía planeado publicar.  Pero resulta que quizás el metro se está convirtiendo en un lugar inspirador, donde sin quererlo, acabas siendo un oyente pasivo de las conversas ajenas.

Reconozco que puedo llegar a ser un poco cotilla, pero no suelo querer saber de lo que hablan los demás cuando a mí ni siquiera me incumbe. Pero eso eso que estás por ahí quieto (quizás de pie o quizás sentado), a tu rollo, cuando de repente unas voces resaltan por encima de todo el murmullo. Empiezas entendiendo alguna palabra y cuando tu cerebro va uniendo pistas, se forman frases y sin buscarlo, te has metido de lleno a escuchar lo que están diciendo. Evidentemente, esto no se consigue si estás escuchando música con el volumen bien alto para aislarte de los demás. Pero resulta que me estaba quedando sin batería y prefería estar simplemente soñando despierta hasta que llegara mi parada en la que bajar.

Habían dos chicas, una con el pelo largo y otra con el pelo corto y las dos iban vestidas con ropa deportiva. Parecía al principio una discusión ya que una estaba casi llorando y la otra era la que alzaba un poco la voz. Y lo primero que escucho es «¿Sabes qué pasa? Que tú lo que eres es un prototipo de chica 10. No puedes llegar a comprender a la mayoría de compañeros de clase porque lo que ellos tardan muchas horas en aprender, tú en un hora te lo has pulido». Allí ya he visto que el tema no era una discusión de pareja (por lo íntimas que parecían, podía serlo). Y la misma chica sigue: «Tú estás acostumbrada a que con poco esfuerzo todo te lo sacas. Y eso no te deja ver que no todos somos así, a algunos nos cuesta mucho más». Y aquí yo he empezado a sentir como si yo fuera la otra chica que estaba callada y aún sin tenerlas de cara, solo escuchándolas, he empezado a adentrarme más en su conversación.

Y la chica con el pelo corto ha seguido hablando: «No estás acostumbrada al esfuerzo. Eres de esas personas que haciendo nada ya lo sacan todo y no quiero que sea así toda la vida porque muchas de estas personas luego no llegan a nada». Casi he sentido como si me estuviera echando la bronca a mí. Con 17 años creo que no he estudiado de verdad nunca. Sí me he leído los libros obligatorios (quizás unas horas antes o el día anterior), sí me he mirado los apuntes para los exámenes (la noche anterior, y leyendo), sí he hecho los deberes (en el mismo de clase y a veces en la clase mismo. O sino, he llegado a improvisar haciendo ver que lo tenía  hecho). Si voy a clase, solo con escuchar al profesor ya tengo suficiente, no necesito más. Y aunque hay veces que han intentado pillarme porque estaba escribiendo o haciendo fotos a detalles absurdos, en el 99% de las veces casi soy yo quien los deja en evidencia.

La otra muchacha no era capaz de decir demasiado, como mucho imagino que asentaba la cabeza o le escuchaba decir algún «sí». Y su compañera seguía con esa bronca moralizadora, y es ahí, cuando creo que he empezado a entender a qué venía todo aquello: «Te rallas porque te crees que no vas a entrar, te convences a ti misma de que no te va a servir y que no vas a entrar, y te sientes insegura porque es ahora cuando te tienes que esforzar». Y la del pelo largo decía: «Es que para luego no entrar, mejor no me como el coco…». La del pelo corto responde: «TE LO VAS A SACAR Y VAS A ENTRAR. Siempre lo haces, pero ahora que tienes que esforzarte un poco, te sientes incapaz de hacerlo porque nunca has necesitado hacer nada para conseguir aprobar».

Una jovencita adolescente asustada porque en la vida no todo parece tan fácil y resulta que a veces, para llegar a dar un salto superior, resulta que requiere de cierto esfuerzo que en tu vida has necesitado. LA COMPRENDO PERFECTAMENTE. Y también creo comprender porque está chica no quería hacer el examen para entrar en algún sitio desconocido (imagino que universidad o similar). Ser un prototipo de chica 10 (o chico) en los estudios, no es algo fácil de llevar porque tus familiares (normalmente padres) siempre esperan una expectativa muy alta de ti, y fallar es algo que no está casi permitido. Y reconozco también, que también afecta al orgullo. La muchacha de pelo corto tiene razón por una parte, pero estoy segura que la del pelo largo tiene tantos dilemas porque esperan mucho de ella y no quiere defraudar (y también ella misma no lo quiere). Y en estos momentos es cuando tienes que pensar en ti mismo y no en si vas a fallar o no a aquellos que tienen altas expectativas de ti. Y supongo que es en alguno de estos momentos cuando de repente maduramos un poco.

Espero que la chica se lo piense bien, yo gracias a ellas voy a reflexionar un poco sobre las cosas que me han ido bien de ser prototipo de chica 10 y las que no…

¿Y vosotros, qué tipo de estudiante sois o eráis o habéis sido?

Claudia.

Si miro hacia otro lado, ya no existe

Esta reflexión se me ocurrió justo ayer,  en mi habitual trayecto en el metro de Barcelona.  Hoy iba a hablar de otro tema,  pero creo que me apetece más hablar sobre lo siguiente.

De todas las veces que voy en este transporte público,  diría que 6 de cada 10 aparece alguien que diferentes formas pide lo mismo : Ayuda (normalmente,  dinero).  Son muchas las cosas que se dicen de estas personas, la más extendida es que actúan normalmente bajo mafias o similares que son quienes realmente se quedan el dinero. Otras personas simplemente usarán ese dinero para comprarse vino o cerveza y así intentar ahogar sus penas (en vano,  según mi opinión).  De todas aquellas personas sabes que hay un sector que ese dinero no va ir a buen camino ni a ayudar la causa que defienden o de la que quieren ser ayudados.  ¿y qué pasa entonces?  Se genera un momento de suprema incomodidad donde de repente nuestras cabezas hacen lo posible (y en ocasiones de una manera desesperada) por evitar a toda costa el contacto visual con este individuo que va en busca de caridad.  Pero no sólo intentamos evitar el contacto con los ojos sino ya directamente de todo su ser.  Un imán nos atrae en dirección contraria a su presencia y parece que solo miramos de reojo para asegurarnos de que se va a ir en breve.

Yo siento incomodidad. Y a veces creo que vergüenza,  no de esta persona,  sino de la actitud de todos nosotros ante ella. Bueno,  reconozco que en una ocasión sentí vergüenza ajena por la persona en cuestión que pedía dinero. Se arrodillaba constantemente ante la gente de su alrededor y suplicaba ayuda.  Conozco de culturas donde esta práctica es normal y donde sentirse por debajo de otros humanos es «normal»,  pero a mi me daba vergüenza.  Degradarse a ese nivel para pedir dinero me hacía preguntarme lo realmente desesperada que puede estar esta persona por obtener ayuda o de lo que es realmente capaz de hacer uno por dinero.

Otro caso diferente es el de un señor que veo habitualmente pidiendo en el metro. En su argumento aporta un punto interesante (desde mi punto de vista)  para su credibilidad : No sólo pide dinero sino que pide cualquier cosa para su mujer y su hija. Sirve comida, biberones, pañales, leche o cualquier cosa que creas que le puedes dar.  La lástima es que me pilla siempre en el metro y allí no tengo un supermercado para comprarle nada.

Otro caso es el del típico que parece más actor de teatro que alguien pidiendo dinero.  Se tiene el discursito bien memorizado y tiene cierta gracia cuando habla por lo que cae bien y la gente le da dinero con más facilidad.  Luego tenemos las mujeres de «siñores y siñoras»  que de estas no me fio mucho porque con las que me he encontrado no me aceptan cosas que no sea dinero y allí quizás si hay otras personas detrás.  Normalmente van con bebés o con muñecos (ES REAL) y creo que deberían vigilar o les quitarán la custodia de sus niños :(.

Pensándolo mucho,  he llegado a la conclusión que si siento vergüenza o algo similar cuando una persona pide dinero o ayuda en el metro es por una mezcla de varios factores.  Uno de ellos es nuestra actitud de que si giramos la mirada ya no existe el problema que nos incordia (actitud muy habitual en otros ámbitos y que no lleva a buen cauce),  otro factor es que es un problema social que existe y del que no clara solución.  Es un reflejo de una realidad escondida pero que existe en el día a día y de la que es muy difícil salir y siento vergüenza porque no sé ayudar ni a esta persona ni a todas las que veo pidiendo. Y también siento vergüenza por todos aquellos que están detrás de algunos de los que piden que se aprovechan de su marginalidad y desesperación para sacar tajada del asunto.  Otro pequeño reflejo del día a día….

Y bien, ¿qué me podéis decir vosotros? Da cosita hablar sobre estas cosas y además, exponiéndolo públicamente, nos arriesgamos a que nos digan aquello que no queremos oír o que interpreten mal las cosas…

Claudia

Cuando perdí mi inocencia.

Hola, me llamo Claudia, y si leíste mi anterior post, esto ya lo sabías, y sabías que tengo 17 años y que le tengo miedo a muchas cosas. No espero que demasiada gente se pase por el blog (aunque me gustaría) y menos creo que alguien escriba y me diga la suya (aunque es de lo que más desearía). Pero lo voy a seguir haciendo, porque tengo muchas cosas por contar :).

Y tengo página de fans: https://www.facebook.com/ClaudiaExistencial y twitter: @claudiaexiste . Así que por quererse comunicar conmigo no será ;).

Pero vamos a la reflexión de hoy. Cuando miráis al pasado, ¿no se os ha ocurrido alguna vez pensar en qué momento perdisteis pista total de vuestra inocencia infantil? No hablo de aquella inocencia que algunos tipos de personas pueden tener (que quizás es que son demasiado ignorantes o tienen demasiada buena fe en la gente y en seguida caen en las bromas y trampas de los demás. O quien sabe, quizás estas personas no hayan perdido su inocencia infantil), hablo de aquella que tenemos cuando somos pequeños y que al crecer y madurar, vamos perdiendo.

Recuerdo cuando era más adolescente, quizás cuando tenía unos 12 o 13 años, que constantemente me preguntaba como averiguaría que mi inocencia estaría ya perdida en algún pasaje de relatos del pasado. Intentaba pensar en pistas que me ayudaran a averiguarlo, intentaba ver como era en aquel momento y como lo había sido de más pequeña, por si encontraba alguna pista en algún cambio. Lo que podía ver es que cuando creces, y ves las decisiones que tomabas en situaciones similares del pasado y del presente, te dan ganas de darle collejas a tu yo anterior. Piensas «Yo habría actuado mucho mejor» o «como se nota que era más pequeña pero me creía mayor y en realidad no tenía conocimiento de la vida». Pero tengo la sensación que esta no es la mejor pista sobre la pérdida de la inocencia puesto que cada vez que voy creciendo pienso lo mismo de mi yo del pasado.

Está claro que ya no creo en cosas en las que creía antes. ¿Es símbolo de esa perdida? Bien, yo con 12 o 13 años creo que era más aniñada e infantil que la mayoría de gente de mi edad. Quizás yo crecía al ritmo que debía crecer y el resto de niños los que crecían al ritmo frenético de esta sociedad, donde casi todos quieren ser ya adultos. Con esa edad seguía creyendo en seres fantasiosos o en cosas que siendo más pequeña también creía. Me seguía gustando jugar con mis juguetes y hacer volar la imaginación y no le hacía demasiado caso al amor. Solo de vez en cuando, pero al ver que no tenía oportunidad con nadie, volvía a mi mundo.

¿Era yo que no quería crecer o eran los demás que iban a toda velocidad? Pues ya no recuerdo demasiado bien como pasé de esa actitud a la que tengo ahora, donde parece ser que he visto como es el mundo en realidad y no me gusta nada. Y aunque hay cosas felices, veo también muchas atrocidades y como de estar bien puedes en nada estar muy mal. Tampoco juego a nada con juguetes y me parece a mi que sería incapaz ahora mismo de intentarlo ya que creo que ya no tengo imaginación para ello, y lo veo ridículo.  ¿Es esta una señal del fin de mi inocencia? No recuerdo cual fue el día que la cruda realidad se estampó en mi cara. Pero dolió y aquí estoy, que no me fío de nada y no tengo muy clara la existencia de los finales felices. Quizás sea esta la clara muestra del final de mi inocencia.

Gracias por leerme y espero ver algún día vuestras reflexiones :).

Claudia.

Primera charla: ¿Puedo ser un héroe?

Me llamo Claudia, tengo 17 años y he abierto este blog para hablar de las cosas que me preocupan y para reflexionar sobre el mundo. Ni tengo arte para escribir ni tengo una gran habilidad para la comunicación pero el objetivo de este blog es compartir y empatizar con los demás, a ver si así consigo entender un poco más donde vivo.

Empiezo pues. Algunas veces, leyendo noticias, y viendo la de sucesos injustos que se acumulan cada día, me da por pensar que, si pudiera ser un mutante de los X-Men o un superhéroe, intentaría solucionar algunas de estas injusticias. Muchos de estos actos que tanto me hacen hervir la sangre, son realizados por personas con poder. Entonces, si yo tuviera un poder sobrehumano (porque está claro que aunque tengas mucho dinero y protección te pueden hacer daño igualmente) intentaría frenar todas estas cosas.

Empezando por la corrupción que más de cerca me toca. Iría a nuestros políticos y les pondría en su sitio. Pero allí incide una primera pregunta: ¿Cómo lo haría? Si ejerzo mi fuerza sobrehumana sobre este conjunto de políticos, estoy mostrando mi poder con violencia. ¿Es la violencia justificada? ¿No es lo mismo que hacen los terroristas? Vale, pienso en otra opción.  Con mis poderes psíquicos hago que obedezcan y contraten a personas que sepan sobre los temas que no saben manejar los políticos y que busquen alternativas mejores. Pero, ¿Doblegar la voluntad de una persona es moral? ¿Está justificado? Mierda. Tengo que pensar en otra alternativa.

Aquí es cuando recuerdo que el ser humano se siente amenazado muy fácilmente por aquello que desconoce y que además parece que tiene más por que éste. ¿Vendrían los tanques a por mí? ¿Sería una amenaza internacional? Quizás la alternativa sería pasar desapercibida y utilizar mis poderes poco a poco subiendo puestos y tomando más poder. ¿Pero no es esto lo que hacen los psicópatas exitosos que nos gobiernan y que dirigen grandes empresas? Quizás tendría que vivir como ellos, para entenderlos, ser un poco Batman o como un policia de narcotráfico encubierto, o como aquel sociólogo que se integró en una banda de jóvenes para poderles entender.

Mire por donde mire posibilidades hay mil, y si alguien no cede y no acepta que yo tenga poder y les quiera ayudar, todo se vuelve siempre en mi contra y siempre siento que estoy siendo tan tirana como lo son ellos. Y ahí está, encuentro la raíz de lo que me va atacando por dentro con preguntas molestas: Estoy imponiendo mi punto de vista, mi manera de ver lo correcto y de hacer las cosas bien, a un grupo de personas, a base de utilizar mi poder y mi autoridad que es superior a la de ellos. ¿No hago pues lo mismo que ellos? Quizás yo no voy a lucrarme y a hundir a los demás a base de ir mandando y escalando puestos, pero quitando esto, me convierto en lo que son ellos.

En las pelis sale un líder legitimado por la sociedad, un líder natural que todos aceptan seguir y que por lo tanto, no ven tan mal el hecho de seguir sus órdenes. ¿No es un poco lo que hacen nuestros políticos? Pero se nos ha ido de las manos y cada vez tenemos menos que ver en sus decisiones. Y por desgracia confiamos en un grupo de personas que han decidido que es mejor abusar del poder y hundir a la sociedad que les ha legitimado.  Si casualmente yo fuera uno de estos líderes innatos legitimados por la población, podría hacer que los políticos hicieran las cosas mejor (no entraremos en cómo lo haría porque esto daría para otro post, jaja). Y creo que como mucho podría guiarme por «aquello que atenta contra los derechos humanos» para ir pudiendo salvar la vida de las personas. Sería un proceso largo y seguro que en determinados países generaría guerras y haría que murieran muchas personas.

Y con todo esto, se desmorona mi sueño de ser una mutante y dar una lección a aquellos que se portan mal. La realidad es muy compleja y tiene tantos matices que es muy difícil actuar (aunque agradezco las últimas entregas de películas de super héroes donde añaden un poco esta complejidad y donde ya no  hay tanto una diferenciación entre lo que es bueno y lo que es malo).

Supongo que la opción sería conseguir concienciar a la gente que debemos dejar de autodestruirnos y que nuestra libertad acaba donde empieza la de los demás. Pero esto ya daría para otra reflexión más larga. Y hoy he dicho corrupción, pero también he soñado salvar la pobreza y todo tipo de injusticias.

¿Vosotros no lo habéis soñado alguna vez? ¿Qué pensáis?